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Además de favorecer la configuración del capital literario, la crítica encarna un momento esencial, el último, del proceso de producción de la obra literaria (Bourdieu: 258); por su parte, Owen no solo funge de intermediario en esta “historia de las rivalidades” como crítico, sino que forma parte de otro grupo de mediadores, los traductores. Críticos y traductores tienen la responsabilidad de consagrar calculate molar concentration unos autores y no a otros, unas literaturas y no otras en el campo literario. Owen, de esta manera, se sitúa junto a una pléyade de escritores hispanoamericanos con una carrera similar, de creadores (poetas, narradores, ensayistas o todo eso) e intermediarios (críticos y traductores), para bien de las letras continentales: César Moro, Jorge Luis Borges, José Bianco, Julio Cortázar, Adolfo Bioy Casares, Octavio Paz, por citar a unos cuantos.
Aun cuando en este caso me ciño exclusivamente a las traducciones de Owen, considero que la opinión de Borges sobre la traducción se ajusta a la actualidad y al contexto mexicano: “El arte de traductor es tenido en poco por los años que corren. No lo entendió así la Edad Media y en el siglo un poeta francés pudo llamar a Chaucer gran traductor , sin que nadie sintiera un desnivel entre el adjetivo y el nombre o sospechara un propósito malicioso” (Borges: 55). En el ámbito hispánico, tan prestigiosa era la traducción durante los Siglos de Oro, por ejemplo, que los poetas se imponían como un reto escribir “a la manera de”. Otras veces, cuando el plagio no tenía el prestigio de hoy, traducían pasajes de autores extranjeros y los creativamente a su propia obra, verbigracia que bebe en las fuentes de Lucano y Ariosto.
En sentido contrario, en México ha habido poco interés y menos esfuerzo por reunir, o estudiar, las traducciones firmadas por escritores de renombre. Así, el papel de intermediarios privilegiados ha sido obliterado por los prejuicios de la crítica y, con ello, el papel fundamental de introductores de otras literaturas en el ámbito nacional. A mi juicio, las traducciones de un literato pueden muchas veces contribuir a implantation establecer deudas, angustias, antecedentes, intertextualidades con otros escritores, en fin, vías inéditas de análisis. El caso de Owen resulta paradigmático, ya que su inclinación por la traducción de otras lenguas provendría de su temprana formación en el Instituto Científico y Literario de Toluca, donde el inglés y el francés eran asignaturas obligatorias; es más, ahí mismo fue maestro de francés, como antes lo había sido el decadentista Francisco M. de Olaguíbel. Al parecer, por lo que Esperanza Velázquez Bringas y Rafael Heliodoro Valle refieren, Owen practicaba la traducción de forma compulsiva y la combinaba con su producción lírica y narrativa. Véase la extensa lista que aquellos registran en su un manjar para Tántalo por su riqueza y su inasequibilidad:
Con el tiempo, la vasta obra en proceso y las muchas traducciones anunciadas devienen un motivo para la : ¿dónde naufragaron y el resto de ? , aparte de los adelantos en , solo saldría a la luz en 1953. De las traducciones: unas líneas de Lautréamont en (y no del Canto VI de ), nada de Rimbaud ni de Romains ni de Barrie. De Roger Marx, al parecer, no se tiene mayor noticia de una posible publicación y solo hasta 1944 apareció la comedia de Roso di San Secondo en .
Para alimentar esta infructuosa busca de las traducciones perdidas, hay más ejemplos de la función mediadora de Owen en el ámbito periodístico, como lo confirman las múltiples traducciones que publicó como parte de su trabajo de de cables de la United Press en (. 1932-1936). Para mostrar la actitud de Owen ante su actividad de traductor de cables, véase cómo en una crónica titulada “¿Qué puede hacerse en este ?” (, 17/diciembre/1934), amparado por el seudónimo de , propone cambios en todos los órdenes del diario colombiano, entre otros: